Volver a darle al play
Sales con ganas de todo.
De reírte fuerte. De bailar como si no doliera. De ponerte guapa. De subir una historia. De mirar el móvil y decir “ojalá vea esto”.
Y aunque jures que ya no piensas en él, te lo encuentras en cada canción.
Pero sonríes.
Porque hoy no vas a llorar.
Hoy no.
Te tomas una copa que sabe más a escape que a diversión.
Y te haces la fuerte.
Esa que baila, que se ríe, que grita “estoy mejor sin él” aunque por dentro no lo crea del todo.
Y por un rato funciona.
Las luces, la música, el ruido.
Todo te envuelve. Todo te distrae.
Hasta que llegas a casa.
Te quitas los tacones. El maquillaje.
Y también la coraza.
La cama huele a ti… y a todo lo que ya no está.
El silencio es más fuerte que cualquier reguetón de la noche.
Y entonces sí. Entonces duele.
Duele como solo duele cuando nadie te ve.
Pero sabes qué…
Aún así, te has levantado.
Te has arreglado. Has salido. Has reído.
Has dado un paso. Pequeño, pero tuyo.
Y eso también es sanar.
Eso también es volver.
Porque aunque el corazón siga en pausa,
tú ya estás volviendo a darle al play.
Y un día, sin darte cuenta, la fiesta no será una excusa… será un reflejo de lo bien que por fin te sientes.