Sonrisas que pesan

No sé en qué momento empezaste a esconderte detrás de una sonrisa forzada.

Ni cuándo aprendiste a disimular el dolor con chistes y respuestas automáticas.

No es la ropa, ni el perfume, ni esa mirada segura que ensayas frente al espejo.

Es esa forma de evitar que te pregunten cómo estás, por miedo a derrumbarte si eres sincera.

Te pintas la cara con sonrisas falsas,

te vistes de seguridad que no sientes,

te echas encima capas y capas de “estoy bien”,

cuando por dentro estás gritando por ayuda.

Duele saber que fuiste luz y ahora solo brillas por obligación.

Duele que prefieras mentirte antes que abrirte.

Que te maquilles el alma para que nadie note las grietas.

No tienes que hacerte la fuerte todo el tiempo.

Tienes derecho a cansarte, a llorar, a dejar de fingir.

Porque quien te quiere de verdad, no busca una versión perfecta de ti.

Se queda incluso cuando no puedes con todo.

Se queda cuando ya no puedes maquillarlo más.

Ya no eres tú.

Te veo… pero no estás.

Solo queda una versión disfrazada, maquillada, de lo que alguna vez fuiste.

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Cuidarte también es dejarte querer